Nuestra historia impacta en nuestro presente. Da un sentido y un significado a cómo vivimos el “aquí y ahora”. Influye en la manera que tenemos de ver el mundo, de entender las experiencias que vivimos y de afrontar lo que nos ocurre en el día a día. ¿Alguna vez te habías parado a pensarlo así?
Desde que somos niños, nos construimos y aprendemos a mirarnos en función de cómo nos miran nuestros cuidadores importantes (padres, hermanos, profesores…). Por ejemplo, si mis padres me devuelven una imagen de que soy un niño bueno y responsable, yo iré integrando esto como parte de mi identidad. Esto también se reforzará o no según las experiencias que vaya viviendo conforme voy creciendo. Así vamos interiorizando una forma de vernos, cuidarnos y querernos, que después también seguimos construyendo a través de las diferentes experiencias que vivimos en relación con los demás.
Cuando nos hacemos adultos y salimos de nuestro entorno familiar, es habitual que a veces sintamos que la mirada que hemos interiorizado sobre nosotros mismos no es del todo justa con quiénes somos. Por ello, es importante y necesario poder cuestionarla. Al realizar un proceso de autoconocimiento podemos empezar a vernos de una forma más verdadera y libre, lo que nos permitirá vivir más en paz con quiénes somos.
Con esto tiene que ver mucho de lo que se hace cuando entrenamos la psicología: hablar para escucharnos a nosotros mismos, mostrarnos y comprendernos como somos. En definitiva, la idea es poder elegir de una forma más libre cómo nos percibimos, cuidamos y queremos de cara a futuro.
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