Estaría muy bien poder completar la frase con un simple “you”, como si fuera eso lo único que necesitáramos o nos faltase en Navidad… La realidad es que para muchos la época navideña evoca cosas muy diferentes y que distan bastante de ese derroche de ensueño y felicidad.
Después de la cantidad de mensajes de alegría e ilusión que ya llevamos digeridos por estas fechas, puede resultar algo chocante o contradictorio hablar de que “volver a casa, por Navidad” también puede generarnos malestar o emociones muy contradictorias. Este momento puede considerarse la época del año con mayor movimiento emocional a todos los niveles (familia, pareja, social, personal, salud…). Sería bueno que todos conociéramos la otra cara de la moneda, sobre todo para que el desconocimiento no nos agüe la fiesta además de las dificultades con las que ya cuenta cada uno.
Quizás, lo que más tenemos asociado a la Navidad es la parte de la FAMILIA. Son unos días donde los reencuentros familiares se hacen protagonistas evocando sentimientos bastante particulares. Algunos echaremos en falta a seres queridos que ya no están con nosotros o a los que andan a kilómetros de distancia. A la desestructuración familiar causada por las separaciones o divorcios, cada vez más habituales en nuestros sistemas familiares. A la vuelta al nido de aquellos que viven fuera y se enfrentan con las dificultades de esta nueva convivencia. Las envidias, celos y rivalidades que habitan en toda familia generando discusiones o algunos conflictos. Aparentemente, no parece oportuno que todo esto emerja en estas fechas pero la realidad es que resulta inevitable.
Además, todos los encuentros y los planes SOCIALES parece que atentan bastante a lo que hoy día le ponemos tanto peso y cuidado, la SALUD. Los excesos de comida y bebida, el trasnochar, la alteración de las actividades de gimnasio y ejercicio, llevan mucho a la culpabilidad y remordimiento, habiendo detrás una gran inseguridad al salirnos de ese orden y estructuración que nos da la rutina.
En el plano LABORAL, pueden darse diferentes circunstancias. Para aquellos que no pueden cogerse vacaciones, su frustración vendrá por la dificultad para conciliar las horas de trabajo con los planes de ocio. La pena de tener a los hijos en casa sin poder disfrutar de ellos como les gustaría. Para los que sí pueden contar con unos días de desconexión, la frustración aparece sobre todo cuando esas expectativas de tranquilidad no se corresponden con la realidad: aparecen emails que nos impiden aparcar del todo el trabajo, de pronto tenemos que hacernos cargo de unas labores, como las domésticas o la de entretener a los niños, a las que no estamos tan acostumbrados ni nos apetecen. Además, a la incertidumbre de la situación económica actual, le sumamos la preocupación de los gastos excesivos de Navidad que nos rompen el equilibrio normal de nuestras finanzas.
Al igual que se puede hacer difícil de pronto esta convivencia con los hijos al tenerlos más tiempo en casa y no estar habituado a ello, con la PAREJA puede ocurrir lo mismo. Estos momentos en los que se pasa más tiempo juntos, hacen que quizás emerjan asuntos o dificultades que estaban enterradas bajo la rutina del día a día, generando más roces y disparidades que de costumbre.
Y qué decir de esta última área, la PERSONAL, en la que toca hacer tantos balances y evaluaciones a final de año. Las frustraciones y los remordimientos aparecen con gran fervor cuando nos detenemos a repasar esas metas y objetivos que nos habíamos propuesto al comenzar la temporada. Ya sea por dificultades internas, resistencias o incapacidad.
Ver a tantos niños ilusionados, nos lleva también a un choque de realidad con el tema del paso del tiempo. La añoranza de esa ingenuidad infantil donde no teníamos responsabilidades ni preocupaciones, nos lleva a plantearnos cómo vamos cumpliendo las etapas y cómo estamos respecto a dónde “deberíamos” estar. Y con esto ya saltamos a la comparativa constante con todo nuestro alrededor, saliendo por lo general muy mal parados respecto al resto.
Como podemos ver, la probabilidad de que en estas fechas aparezcan momentos de nostalgia, tristeza o alguna alteración emocional es muy alta y no es de extrañar. Lo que será decisivo es qué hacemos, cómo reaccionamos con nosotros mismos, cuando ese malestar aparezca.
Permitámonos tomarnos las vacaciones también como una oportunidad para ver cómo estamos y qué tenemos dentro. Que el momento de parón nos sirva para escucharnos y tomar conciencia de lo que llevamos cargando en nuestro interior durante todo el año y qué lo está generando. Que a partir de esto, seleccionemos realmente los verdaderos propósitos de año nuevo para que nuestro bienestar y felicidad sea real y no tengamos que añorarlo una vez más en los anuncios publicitarios.