¿Elegimos cómo nos sentimos?
A menudo, nos sucede que nos sorprendemos a nosotros mismos teniendo una reacción emocional que no esperábamos; puede ser que nos cueste aceptar cómo nos estamos sintiendo o que nos de miedo compartirlo con nuestro alrededor, temiendo no ser comprendidos. Lo cierto es que no podemos elegir cómo nos sentimos ante las diferentes experiencias que vivimos.
Aquí entra en juego lo que sentimos que se espera de nosotros a nivel social y cultural. Cada entorno social, cultural y familiar tiene sus propias reglas (más o menos explícitas) sobre cómo “es correcto” sentirse o reaccionar ante determinadas situaciones. Estas normas las aprendemos y hacemos nuestras a lo largo de nuestra historia. Por ejemplo: puede ser que tras una ruptura de pareja haya aprendido que lo “normal” es pasar un proceso de duelo, sentirse triste durante un tiempo y estar “de luto”. Sin embargo, cuando esta relación acaba me siento aliviado, tranquilo y con ganas de compartir mi tiempo con amigos y disfrutar. Esto me descoloca, me hace sentir extraño y culpable, y me da miedo compartirlo con mi alrededor por miedo al juicio o la incomprensión.
Así, es común intentar bloquear estas emociones, hacer como si no estuviesen o luchar para que desaparezcan, intentando sentirnos “como nos deberíamos sentir”.
Lo cierto es que las emociones vienen y van, tienen un comienzo y un final. Pero, sobre todo, siempre tienen un sentido por el que aparecen y un significado relacionado con nuestra historia personal. Aunque no podamos elegir cómo nos sentimos, sí podemos identificar estas emociones y decidir cómo queremos actuar ante ellas.
¿Para qué sirven las emociones?
Una ruptura de pareja, una discusión con un amigo, un despido de trabajo, la muerte de un ser querido… Vivimos numerosas situaciones a lo largo de nuestra vida que nos hacen sentir malestar.
A veces aparecen emociones que no esperábamos, que nos avergonzamos de sentir, o que creemos que “no son adecuadas”. Las emociones son señales que nos manda nuestro cuerpo sobre qué necesitamos, y, si nos permitimos sentirlas, pueden ser una herramienta muy útil para conectar con nosotros mismos, con el momento en el que estamos, con qué deseamos…
Para ello, es importante observarlas con curiosidad aunque no las comprendamos. Podemos hacernos algunas preguntas que nos ayudarán a entenderlas: ¿Por qué puede estar aquí esta emoción? ¿Para qué puede haber aparecido en este momento?
Por ejemplo, si ante una ruptura de pareja siento alivio y tranquilidad, esto puede ayudarme a repensar mi relación, a darme cuenta de cosas que no me hacían sentir bien que no había identificado o del daño que me hacía el lugar en el que estaba.
Ir instalando una mirada curiosa en vez de evitar, juzgar o luchar contra una emoción nos permitirá procesarla y poder entender qué es lo que nos está intentando decir. Esto nos llevará a entender mejor nuestro mundo emocional y a un mayor bienestar.
Si bien no elegimos cómo nos sentimos, sí que podemos elegir escuchar y atender lo que nos sucede para actuar en consecuencia. La psicología puede ayudarte a esto.
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