En los últimos años se ha normalizado y hablado mucho sobre la importancia de mantener un equilibrio emocional. Cada vez son más las personas que deciden ir al psicólogo para llevar una vida más completa y saludable. A pesar de ello, aún sigue existiendo mucho desconocimiento sobre el mundo de la psicología en general.
Hoy vamos a ver en este post qué experiencias suelen ser comunes en los primeros momentos de un proceso de terapia y a qué pueden deberse.
Cuando pensamos en empezar a ir al psicólogo:
Se despiertan diferentes miedos o inseguridades en nosotros: “¿qué me pasa? ¿por qué estoy así? ¿seré capaz de sentirme mejor?”. Esto es normal porque comenzamos un proceso nuevo y desconocido, pero es el primer paso para sentirnos mejor. Puede ser muy útil comentarlo con nuestro psicólogo cuando empecemos. Él nos ayudará y guiará también con ello, como parte de nuestro proceso.
Cuando hemos dado el paso de empezar:
En las primeras sesiones se pueden dar dos dificultades fundamentalmente: algunas relacionadas con “qué” contar y otras relacionadas con “a quién” se lo estamos contando.
Sobre qué contar, podemos notar que nos cuesta decir lo que nos pasa, ordenar la información que queríamos transmitir o podemos sentirnos algo caóticos. Esto es algo normal y común. En tu entrenamiento psicológico, no estás solo en el proceso de ordenar lo que te pasa por dentro. Es también trabajo del psicólogo ir ordenando las piezas que traemos como si fuese un puzzle que se construye entre los dos, para poder darle un sentido a lo que nos ocurre.
En relación a “quién” se lo estamos contando, podemos sentir que en las primeras sesiones nos resulta difícil explicar cosas íntimas a nuestro psicólogo. En los primeros momentos, nuestro psicólogo es aún una persona desconocida para nosotros. Como en cualquier relación, surgen distintas sensaciones y necesitamos primero conocer a la persona para poder sentirnos cómodos, confiar y abrirnos a ella. Esto es algo instintivo y normal. Lo mismo sucede en la relación con nuestro terapeuta: iremos pudiendo contar lo que necesitemos en la medida en la que vayamos ganando confianza y seguridad en la relación con él/ella, y nos vayamos dando cuenta de que estamos en un “lugar seguro”.
Aunque, por supuesto, la relación que se establece es diferente. De nuestro psicólogo, no tenemos ninguna información personal (si está casada o no, si tiene hijos, cuál es su manera de ver el mundo…). Se nos puede hacer raro abrirnos a una persona sobre la que no sabemos demasiado, sin embargo, esto tiene un sentido, ya que nos permite poder hablar de lo que necesitemos sin estar condicionados por la opinión o deseos de nuestro psicólogo.
Cuando vamos avanzando en las sesiones:
Pensando en esta relación “especial” que iremos construyendo con nuestro psicólogo/a, puede ser que a lo largo de las sesiones esperamos que nos trate como lo han hecho nuestras figuras importantes. Así, nos resulta extraño que lo haga de otra manera. Por ejemplo, puede ser novedoso para nosotros que nuestro psicólogo de importancia a experiencias que he tenido que en mi familia han sido minimizadas o negadas.
Lo cierto es que la relación terapéutica tiene ese sentido: cambiar aquellas cosas que no nos hacen sentir bien en las relaciones con los demás a través de una relación nueva en la que nos sentimos seguros y podemos ir probando nuevas formas de relacionarnos.
También, es común que a lo largo de las sesiones conectemos con aspectos emocionales que no esperábamos, que nos remueven o nos resultan difíciles. Esto puede hacernos sentir un poco abrumados y conectar con la sensación de no saber si lo estamos haciendo bien. Lo cierto es que no hay una forma de hacerlo bien o mal, simplemente la nuestra. Irnos de algunas sesiones removidos, tristes, o peor de lo que llegamos no significa que la terapia no esté sirviendo, si no al revés, que se están movilizando cosas importantes.
Por último, ¿qué hacer si te has sentido identificado con estas experiencias?
Como comentábamos, estas son experiencias que son habituales en los primeros pasos de un proceso de terapia. Es normal que nos sintamos así o que nos preocupen todas estas cosas, pero, por supuesto, cada persona tendrá su experiencia única e individual.
Por eso, puede ser muy útil poder comentar cómo nos estamos sintiendo con nuestro psicólogo, que nos ayudará y guiará también.
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